sábado, 29 de mayo de 2010

Dictador en 1990, Tirano en 2007 (ensayo de lectura comparativa)


Operación Sligo XX (1990) de Patricia Verdugo y Carmen Hertz & Los Fusileros (2007) Cristóbal Peña *

El episodio es el mismo. Se trata del atentado al General Pinochet en septiembre de 1986. Un grupo organizado de militantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) estuvo a punto de acabar con la vida de quien entonces encabezaba un gobierno militar autoritario en Chile bajo el cargo de Presidente de la República. El objetivo de aniquilar a Pinochet pasaba por un ideal político: acabar con la dictadura. La diferencia de los libros está principalmente en: la forma en que se relatan los hechos; el uso de fuentes; y los hechos mismos.

El libro de Patricia Verdugo y Carmen Hertz se basa mayormente en el archivo judicial del caso y en entrevistas realizadas a algunos frentistas aún anónimos en la época de la publicación. Por lo mismo se limita en gran medida a citar hechos relevantes desde las hojas del proceso de justicia militar. El libro de Cristóbal Peña está mucho más nutrido de versiones no oficiales y de historias con la perspectiva de los mismos frentistas, que después de muchos años ya les da un poco lo mismo que se sepa todo, con tanta agua que ha pasado bajo el puente.

El espíritu del segundo libro no es contrario al primero, pero sí refuta algunos hechos y es bastante más amplio en cuanto a la historia personal de estos “extremistas”. Es más preciso, y por lo mismo es posible conocer una historia mucho más completa, además fue escrito 17 años después del lanzamiento del primero.

Las Hipótesis

En la página 242 Verdugo y Hertz escriben “Y la pregunta obvia quedó para el final: ¿qué pasó con la Operación Siglo XX que no consiguió su objetivo?”. Así, literalmente. Lo que sigue es la explicación, o sea la hipótesis de por qué los hechos se dieron como se dieron, de por qué a pesar de haber impactado un cohete LAW de lleno en el Mercedes blindado en que viajaba Pinochet este no explotó. Las autoras hacen suyo un informe secreto de la CNI que quedó registrado a fojas 1576 del proceso: “la no activación del cohete, disparado en contra del auto presidencial, fue producto de la poca distancia que existía entre el tirador y el blanco, la que fue menor a 10 yardas (9.144 metros), lo que impidió que el percutor que inicia la cadena de activación pegara en un borde del fulminante.” Para terminar de plantear la hipótesis rematan ellas mismas: “Así de simple. El general Pinochet se salvó sólo porque el combatiente del FPMR que disparó ese cohete estaba ubicado a menos de diez yardas del Mercedes Benz.”

Mucho más implícita es la hipótesis de Cristóbal Peña, quien da a conocer algunos hechos que no se sabían cuando el primer libro fue escrito como, por ejemplo, la participación del frentista “Tarzán”. Resulta que la Operación ya iba en ejecución cuando a “Tarzán” le vino la idea de emboscar a Pinochet y se la comentó a su primo “Daniel”, con quien estaba cavando el túnel en el que pensaban instalar explosivos para hacer estallar a la comitiva. Peña escribe en la página 81: “No fue más que esa frase, lanzada al aire, como por decir algo en un minuto de descanso. Tiempo después, al relacionar los hechos, Daniel concluirá que el plan para emboscar a la comitiva de Pinochet fue ejecutado sobre la marcha, con escaso margen de tiempo para su preparación, frente a una emergencia. La apuesta estaba jugada por entero al atentado explosivo.”

Además, una serie de variables que no fueron consideradas en la Operación también jugaron en contra de cumplir el objetivo, como el hecho de que algunos de los cohetes no funcionarían; o que el grupo de choque no contara con armamento pesado en caso que los Mercedes intentaran escapar. La Hipótesis que deja entrever Peña a lo largo del libro es que el fracaso de la Operación fue determinado por múltiples variables. Entre esas, la falta de preparación de algunos combatientes. Si bien hubo algunos que recibieron instrucción militar en el extranjero, otros sólo tuvieron algunos cursos clandestinos de guerrilla en Chile, e incluso para un par de ellos era la primera vez que tomaban un rifle.

Pero Cristóbal Peña no se queda ahí. Su relato, que es más amplio e incluye episodios anteriores y posteriores al atentado a Pinochet, da a entender que el FPMR terminó por desintegrarse por una serie de factores internos, como su desvinculación total con el Partido Comunista, la desorganización, la porfía sobre una política armada en todo momento, las sospechas de infiltrados, la proclamación a destiempo de la Guerra Patriótica Nacional, etc.

Uso de fuentes

Como ya se señaló al principio, Verdugo y Hertz utilizaron principalmente el proceso documentado de justicia militar sobre el “Caso Atentado”. Para la época, no había mucho más. La hemeroteca tampoco habría sido muy significativa, ya que aún no terminaban de conocerse algunas versiones clave de los hechos. En ese tiempo no existía un juez Dolmestch, quien logró años después obtener declaraciones de agentes de la CNI que participaron en la Operación Albania, en la que murieron 12 frentistas en pocas horas, incluido el comandante Ernesto, quien dirigió el atentado a Pinochet. Las autoras del primer libro jamás creyeron la versión del “enfrentamiento” que dio a conocer la CNI a través de la prensa. Pero no podían hacer más que sospechar, ya que no contaban con mayores datos. Cristóbal Peña se hace cargo de eso y en su libro despeja todas las dudas al respecto. Un grupo de frentistas había sido capturado, y luego de algunas horas fueron trasladados a una casa. Allí fueron asesinados y el “enfrentamiento” fue un montaje, del que incluso se avisó a la prensa antes de que ocurriera.

Peña tiene el camino más despejado para completar la versión. Al final de su libro adjunta una completa lista de referencias bibliográficas (entre las que se encuentra el propio libro de Verdugo y Hertz), diarios y revistas, blogs, audiovisuales, y los procesos judiciales del caso Operación Albania, Caso Carreño, caso Atentado a la comitiva presidencial, y caso Los Queñes. El autor cuenta también con otra ventaja. Más de quince años han pasado desde que se encarceló a algunos de los frentistas, a quienes nunca se les dictó sentencia. La justicia chilena permite que el delito quede sin sentencia, por lo que ex frentistas, como es el caso de Juan Moreno Ávila (alias Sacha), pueden caminar libremente. Por otro lado, quienes fueron condenados a extrañamiento por 20 años y siguen con vida ya ven todo desde lejos. Nadie es un guerrillero por estos días. En resumen, es bastante más factible sacarle información a estas alturas a quienes protagonizaron la operación que (casi) cambiaría la historia.

Precisiones

Volviendo al dato de la falla del cohete LAW, Verdugo y Hertz citan para explicar lo sucedido a un informe de la CNI. El informe habla de poco menos de 10 metros como espacio necesario para la activación del detonador que causa la explosión. Por otro lado, Peña se refiere a un análisis del Ejército que “precisa que estos fueron disparados a una distancia de veinte metros, en circunstancias de que su activación o desarme seguro ocurre entre los cincuenta y los setenta y cinco metros.” Ambas investigaciones periodísticas presentan evidencia documentada por parte de organismos del Estado que explican la falla técnica, pero los números no cuadran. En este caso, nuevamente, la versión de Peña es más confiable porque él además conoció absolutamente todas las posiciones en el ataque, incluida la de Marcos, el fusilero que disparó el cohete LAW que dio en el blanco, pero luego rebotó. Pero sólo por esa razón contextual. Lo más seguro es que ni Marcos supiera a ciencia cierta qué distancia lo separaba de su objetivo.

Otra diferencia es que en el primer libro se cuenta que los del grupo que le cerraba el paso de los vehículos no lograron reaccionar a tiempo cuando el hábil conductor del Mercedes blindado pasó entre el estrecho espacio que había entre la camioneta y el cerro. Las autoras afirman en la página 163 que Juan Moreno Ávila (“Sacha”) “debió subir al faldeo de un salto, para no ser atropellado, y ni siquiera alcanzó a adoptar posición de tiro para disparar contra la delantera del Mercedes que ya lo había sobrepasado”. Peña, por otro lado, indica que “Sacha”, “Joaquín”, “Ismael” y “Alejandro” alcanzaron a descargar una lluvia de balas sobre el vehículo en el que iba Pinochet. Lo cierto es que la explicación del escape entre la camioneta y el cerro es la misma: ya no quedaban cohetes anti blindaje. Aunque si hubiesen quedado, estando tan cerca, lo más probables es que tampoco hubiera alcanzado a detonarse.

En términos generales, el libro de Peña es bastante más comprometido con la causa de los fusileros que el de Verdugo y Hertz. Peña se refiere a “la guerrilla en Chile”, habla del “enemigo” (Pinochet), se burla de “la virgen del perpetuo socorro” a quien los adeptos al régimen atribuyeron la salvación del general, y, a diferencia de lo que hicieron Verdugo y Hertz, evitó victimizar demasiado a los escoltas que murieron esa tarde. Además, en reiteradas ocasiones cuando revelaba la verdadera identidad de alguno de los frentistas (no solo los directamente implicados en el Atentado), acto seguido incluía una breve historia sobre las razones que los llevaron a sumarse a la lucha armada. Una no disimulada manera de legitimar la causa. El contexto sociopolítico permite la libre expresión. El primer libro se escribió, en cambio, bajo lo que el mismo Peña describe como “una democracia tutelada”.

Verdugo y Hertz relataron el atentado completo desde la perspectiva de la comitiva. Como si los atacantes fueran fantasmas. Al menos así lo sintieron algunos de los sobrevivientes. Sorpresa y casi completa indefensión. La historia de ellas se remite mucho más a lo acontecido en el Cajón del Maipo. La de Peña es mucho más generosa en cuanto a historias y datos, sobre todo con todo lo que ocurrió después. Una razón probable es que el nexo de las investigadoras haya sido alguien en el partido comunista. La abogada trabajaba en la vicaría de la solidaridad, así que podrían haber tenido contacto directo con alguien del frente a través de esa institución defensora. Después de todo hasta el momento del atentado la Empresa y el Ajedrez eran la misma cosa. Luego fue distinto, y posiblemente ese vínculo después tuvo que desaparecer. Pero no se debe desmerecer a la primera versión del relato. Era 1990 y las condiciones reales para publicar una historia tan significativa de actos organizados y armados contra el régimen sería un trago muy amargo para el general, quien, de hecho, las acusó en sus memorias de “periodistas marxistas”. Desde el episodio en la cuesta Las Achupallas habían transcurrido poco más de tres años y la historia pedía a gritos ser contada. La publicación de Verdugo y Hertz fue realmente un acto arriesgado, en honor a la verdad y a todos quienes desaparecieron o fueron torturados durante el régimen. El título del libro acusa la postura de las autoras. “Operación Siglo XX” podría haber sido “El atentado contra el Presidente” o “El escape del general”, pero no. La apuesta de ellas se pareció mucho más a “Por poco y la hacemos”.

Eric Robledo

* Si bien las primeras versiones de ambos libros fueron publicadas en 1990 y 2007, respectivamente, las utilizadas para este ensayo corresponden a la 17ª edición de Operación Siglo XX, publicada en 1995, y a la 3ª edición de Los Fusileros, publicada en 2008.